martes, 18 de marzo de 2008

Vaina (32-41-27)

[...] y mientras seguía su caminata entre los escombros de lo que fué la Fábrica, El Capitán sentía que una parte de su vida había sido aplastada.

- Hubo un día en que Luca no llegó a tiempo con su padre. La hora del almuerzo había pasado ya, cuando el muchacho llegó a la prensa; con la cara llena de hollín y los pantalones rasgados en las rodillas, llegó donde el Señor Pepple y apenado le entregó la caja de metal. Al otro día, tenía varias marcas de golpes en la espalda y un ojo hinchado; nunca supieron que, aquel día, entre mi padre, Luca y yo, habíamos reparado de emergencia las calderas, evitando que toda la Fábrica volara por los aires.

Después de este pequeño relato, el Capitán se lleva el pañuelo a los ojos. Discretamente, me aparto y lo dejo solo, frente al montón de fierro chamuscado.

-Fragmento de "Vaina: Cronica del Imperio Dahn-Leer, durante la Guerra del Sol"

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