viernes, 15 de junio de 2007

Cuentos, raros, pero no chinos



Hubo no hace mucho, un hombre bestia.

Con cara de perro, orejas de conejo, ojos... bueno, sin ojos... mucho pelo y cuatro patas.

Destinado estaba: a espantar niños, a provocar que lo lincharan, a morir solo, a acicalarse 3 veces por mes, a dormir en el bosque y todas esas cosas que los hombres bestia nacen sabiendo hacer.

Pero, como la zona que le había sido asignada era terriblemente obscura(por que no teniendo ojos encajaba perfectamente) difícilmente podian verlo los niños, y aún peor, los papás de los niños, que se suponía debían correrlo e intentar matarlo. Esto complicaba mucho el trabajo del hombre bestia... y en sus reportes a la Oficina Central de Bestias y Espantos, nunca aparecían más de 2 o 3 niños con miedo.

Desesperado por sus bajos resultados y su bajo sueldo(les pagan por niño asustado) se dió a la tarea de buscar algo con que llamar la atención visual de los niños...

Intentó prender las luces mientras hacía su trabajo... pero los niños no hacían caso a sus gritos y maniobras, solo decían: -¡¡5 minutos más mamá!!-jalaban las sabanas sobre la cabeza y no se enteraban de la presencia de él. Luego, escuchó de las lamparas de excursión, esas que con solo torcerlas, se encendían; pero la fuerza del hombre bestia era demasiada... y el líquido se derramaba sobre la cama de los niños... y parecían orines fluorescentes, pero nada aterrador.

Poco le faltaba al hombre bestia para volverse loco(y morirse de hambre). Pero en una visita a la Oficina Central de Bestias y Espantos, su jefe le recomendó que pidiera ayuda a los fantasmas... bien sabido es que ellos trabajan en la mayor obscuridad, y aún así se hacen notar. Esto no le pareció mala idea a nuestro pobre bestia, y al salir le preguntó al primer sabanudo que encontró, ¿Cuál es el secreto?

(continuará)