domingo, 2 de noviembre de 2008

Les comebackers

Se juntaban bajo las paradas de autobús. Nunca los abordaban, ni leían las rutas que estos llevaban; tampoco le conversaban con la gente que ahí esperaba, ni extendían limosnas a los músicos callejeros. Leían libros de Fitzgerald y Balzac, usaban gafas de colores sobrios y tenis amarillos. 

Aparecían después del almuerzo, cuando el mediodía atrae a las moscas sobre las sudorosas nucas de los pasajeros; pero ellos no sudaban, ni atraían moscas. Llegaban con la mirada hundida en sus lecturas: a veces gordos tomos, a veces versiones de bolsillo y empastados rústicos. Instalados en un asiento, o de pié en actitud estoica; callados, quietos, invisibles, inalterables. 

¿Quiénes eran? Humanos, eso es seguro. Lectores apasionados y absortos, lo único sabido de ellos eran los hechos visibles y obvios. ¿Cuántos eran? Uno en cada parada, en distintos días; puntuales como jamás lo eran las llegadas y partidas del transporte.¿Cuándo se iban? No se sabe, los últimos camiones pasaban alumbrando sus pálidos rostros, sin hacerles perder la concentración.

Las señoras reprendían a sus hijos si los miraban fijamente, y amenazaban con raptos o supuestos enojos. El mote lo acuñó algún maestro de lenguas, dada la afición a las lecturas de un francés y un norteamericano; y se esparció entre los que frecuentaban las paradas y los parasoles. Un grupo de vándalos se dio a la tarea de marcar asientos y columnas con la frase "Reserbado para Los Combakers".

Sin aparente conmoción siguieron llegando, a mediodía, y desapareciendo por las noches. Con libros nuevos y de segunda mano, con tenis de amarillos chillones y gafas que no se apartaban de la lectura, mudos y sordos, estáticos ante las turbas que iban y venían a cada momento.

-Llegó "Le Comebacker", mira, siempre leyendo... no te preocupes, nunca voltean a verte. 'Stan chidos sus tenis- 

viernes, 18 de abril de 2008

Las estrellas del patio

Ronca la madre de Salam al tiempo que el aire agita las cortinas de la habitación, cerca del techo vuelan algunas moscas tardías buscando donde posar las patas y limpiarse las alas. Con las luces de la calle se iluminan los rincones que sirven de guarida a los alacranes, que temerosos del aire que corre, se mantienen escondidos esperando algúna cucaracha. En estas noches la niña Salam escapa de su pequeña cama y sale al patio a contemplar las estrellas; en el limo que cubre el piso de cemento, la pequeña ha trazado un mapa de constelaciones: por aquí está el viejo de la canasta de pan, más arriba se puede ver la bicicleta con la llanta chueca y al perro de patas cortas, pero en el centro del patio están los bailarines, la constelación más grande y que más brilla en el cielo. Cuando esta aparece la niña se deleita e imita los pasos que le han enseñado Joel y Bruno, los mejores bailarines del barrio San José.

-¡Ojalá pudiera bailar con ellos como Cornelia!- suspira Salam mirando el cielo

Y es que con su vestido morado, el de chaquiras, Cornelia parece una princesa africana. Tiene cuerpo de pantera y cabello de ébano. Dice Joel que moviendose al compás de los tambores y las trompetas, la princesa cambia y es un hada que baila por la selva esparciendo alegría y sonrisas. Salam solo la puede ver bailar en las fiestas de mayo, porque aún es pequeña y no puede asistir al salón; si su madre se enterara de lo que ha planeado todo este tiempo, le llenaría las piernas de moretones. Porque la niña quiere escaparse un sábado de paga y escuchar a la orquesta tocar aquella canción tan bonita que pone a todos a bailar, y bailar junto a Cornelia toda la noche y debajo de sus estrellas favoritas: Los bailarines

martes, 18 de marzo de 2008

Vaina (32-41-27)

[...] y mientras seguía su caminata entre los escombros de lo que fué la Fábrica, El Capitán sentía que una parte de su vida había sido aplastada.

- Hubo un día en que Luca no llegó a tiempo con su padre. La hora del almuerzo había pasado ya, cuando el muchacho llegó a la prensa; con la cara llena de hollín y los pantalones rasgados en las rodillas, llegó donde el Señor Pepple y apenado le entregó la caja de metal. Al otro día, tenía varias marcas de golpes en la espalda y un ojo hinchado; nunca supieron que, aquel día, entre mi padre, Luca y yo, habíamos reparado de emergencia las calderas, evitando que toda la Fábrica volara por los aires.

Después de este pequeño relato, el Capitán se lleva el pañuelo a los ojos. Discretamente, me aparto y lo dejo solo, frente al montón de fierro chamuscado.

-Fragmento de "Vaina: Cronica del Imperio Dahn-Leer, durante la Guerra del Sol"

jueves, 28 de febrero de 2008

Las nubes de cartón

Hasta donde alcanza la vista, suele haber en el cielo cúmulos de gas y agua. Iluminados por el sol y coloreados por la atmósfera, estos cúmulos tienden a ser fuente de inspiración para las formas más variadas(de dilucidez, ignoracia, poca imaginación y) de pensamiento.

Ej.
-¿Haz visto qué bonita se ve esa nube? Parece un conejito ¿Qué no?
-Mira, esa nube parece un barco. Y si volteas así la cabeza, es como el "Enterprise" de Star Trek
-¡Wow! ¿Ya viste esa nube? ¡Parece como un desplegado de datos aleatorios en una pantalla cyan!
-Observa ese grupo de nubes, si pones atención, podrás ver a dos dakoros atacando a un pigmeo.
-¡Chale! ¡Esa nube me tapó el sol!


Pero ¿qué sucede, cuando hay que plasmar la magnificencia de este simple efecto físico?

A travez de miles de años, los hombres han reproducido su entorno en manifestaciones gráficas(digase pintura, escultura, dibujo, fotografía, etc.), y entre los millones de obras, se pude encontrar una infinidad de nubes.

¿Alguien se ha detenido a mirarlas?

Espero sí.

Porque espero alguien note mis nubes de cartón.